Éramos dos ramas,
nacidas lejos en tiempo y raíz,
pero el viento sabio anciano errante
nos trajo al mismo árbol.
Tú, hoja tenaz en otoño,
yo, brote testarudo en primavera,
nos abrazamos no por azar,
sino porque el tronco nos reconoció
como parte del mismo destino.
Quererte tanro no es entrelazarse en días de sol,
sino sostenerse cuando el cielo truena.
Las ramas que perduran no compiten,
crecen en direcciones distintas,
pero se inclinan hacia la misma luz.
Y si un día el árbol cae,
no será ruina, sino semilla,
porque cuando el amor echa raíz
enseña más que mil primaveras.
Nos enseña que lo fuerte no es lo que no se rompe,
sino lo que florece después. T
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